Los relatos de Haisea Pastora de Gorbea (3)
Abril, 2022El internet de los bosques de Álava
Hoy quiero hablaros de un hecho del que los animales tenemos constancia del mismo desde tiempo inmemorial; se trata de un fenómeno –sorprendente para los humanos– que la naturaleza ha mantenido secretamente oculto desde hace miles de años, hasta que una cadena de investigaciones científicas en las últimas décadas lo han descubierto y verificado: los árboles hablan entre sí, se ayudan y se protegen solidariamente.
Los árboles de los bosques, sean de la misma especie o no, están conectados entre sí a través de una red subterránea de hongos que se conectan entre ellos y con las raíces de los árboles, llamada red de micorrizas (mico= hongo, riza= raíz). A través de ella se traspasan recursos vitales como carbono, agua, azúcar, nitrógeno y fósforo, pero también comparten información más compleja, mediante señales.
La red les permite alertarse ante posibles peligros. Un impresionante ejemplo de ello lo descubrió –en los años 90– el zoólogo surafricano Van Hoven, cuya investigación sacó a la luz que las acacias, cuando se ven amenazadas por algún hambriento rumiante, emiten una señal de alerta a su grupo de árboles que les impulsa a generar, como autodefensa y en cinco o diez minutos, un veneno tóxico en su hojas. Van Hoven constató que aquellas acacias que se encuentran distanciadas entre sí son las más frecuentadas por los rumiantes.
En una investigación más reciente, en un invernadero se plantaron juntos varios ejemplares de pino oregón, algunos de ellos aislados en bolsas de poro fino. Determinados árboles fueron sometidos a estrés mediante una infección inducida con larvas que se comían su follaje. Inmediatamente, los árboles que estaban conectados a la red de micorrizas comenzaron a producir enzimas para sobre-activar el sistema inmune y estar más fuertes, mientras que los árboles que estaban aislados del suelo mediante bolsas no mostraron cambios metabólicos y quedaron más susceptibles al posible ataque.
También los árboles se ayudan entre sí cuando alguno de ellos está en condiciones menos favorables, dándose casos tan entrañables como el que describe el ingeniero forestal alemán Peter Wohlleben en su obra «La vida secreta de los árboles» al descubrir cómo de un haya que fue cortada hace más de cuatrocientos años, el tocón todavía permanecía vivo, con clorofila verde debajo de la corteza gruesa; al carecer de hojas para producir azúcares, el tocón ha sido sostenido durante estos siglos por su árboles vecinos a través de la red. Apasionante ¿no?
La científica Suzanne Simard (doctora de la Universidad de Columbia Británica en Vancouver) y su equipo de investigación son los descubridores del funcionamiento de esta asombrosa red de comunicación que han etiquetado como Wood Wide Web. (algo así como el internet de los bosques). La exhaustiva investigación también demostró que los árboles juegan distintos roles dentro de esta red subterránea. Los árboles más grandes y viejos (conocidos como “árboles madre”) son los que están más conectados con el resto y favorecen el traspaso de recursos vitales a los árboles más jóvenes.
Otro interesante estudio presenta el primer mapa a escala global de la Wood Wide Web. La base de datos –con un mapeo de más de 11 millones de parcelas de inventario forestal, que incluye más de 28.000 especies de árboles en más de 70 países– fue elaborada por investigadores del laboratorio Crowther de Escuela Politécnica Federal de Zúrich, en Suiza, y de la Universidad de Stanford, en los Estados Unidos.